dijous, 22 d’octubre del 2009

LA LLEGENDA DE LA FLOR DEL CALAFATE.





Se cuenta que, cierta vez, Koonex, la anciana curandera de una tribu de Tehuelches, no podía caminar más; sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha de la tribu no se podía detener. Entonces, Koonex comprendió la ley natural de cumplir con el destino. Las mujeres de la tribu confeccionaron un Kau (toldo) con pieles de guanaco y juntaron abundante leña, prepararon Charkikan, reunieron huevos conservados en sacos con grasa y se despidieron de ella con el Gayau de la familia.


Ella se quedaba sola para morir. Todos los seres vivientes se alejaban. Comenzó a sentir el silencio como un sopor pesado y envolvente. Koonex, ya en su choza envuelta en su Kai-Ajnun, fijó sus cansados ojos en la distancia, hasta que la gente de su tribu se perdió tras el filo de una meseta. Se quedaba sola para morir, ya que los alimentos no le alcanzarían para pasar el largo invierno, aunque tal vez algún puma hambriento le acortara la espera.


"Mejor si me encuentra dormida-, total es un ratito...", pensó.


-Terro, terro-, repetían los teros, que en tehuelche quiere decir: Malo, malo. Y agregaban: -"No volveremos más". La "V" de los Kaikenes eran mil flechas que viajaban cielo al norte. Todos los seres vivientes emigraban, se quedaba sola sintiendo el silencio como un sopor pesado y envolvente.


Así hasta que se perdió el ultimo rayo de luz reflejado en los picachos más altos del Chalten. Pasaron muchos soles y muchas lunas, hasta que llegó Ariskaiken. Entonces nacieron los brotes, llegaron las golondrinas, los chorlos, los alegres chingolos, las charlatanas cotorras. Los esbeltos flamencos pintaron de rosa una franja de cielo hacia el sur. El cuello de los cisnes puso signos de interrogación sobre las lagunas descongeladas y el grito de las bandurrias se hizo eco en las barrancas solitarias...............Volvía la vida.


Sobre los cueros del toldo de Koonex, se posó una bandada de aves cantando alegremente.


De repente, se escuchó la voz de la anciana curandera que, desde el interior del toldo, las reprendía por haberla dejado sola durante el largo y riguroso invierno.


Un chingolito, tras la sorpresa, le respondió: -"nos fuimos porque en otoño comienza a escasear el alimento, además durante el invierno no tenemos lugar en donde abrigarnos"."Los comprendo" -respondió Koonex- "por eso, a partir de hoy tendrán alimento en otoño y buen abrigo en invierno, ya nunca me quedaré sola".... y luego la anciana calló.


Cuando una ráfaga, de pronto, volteó los cueros del toldo, en lugar de Koonex se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas. Al llegar el verano las delicadas flores se hicieron fruto y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azulmorado de exquisito sabor y alto valor alimentario.


Desde aquél día algunas aves no emigraron más y las que se habían marchado, al enterarse de la noticia, regresaron para probar el novedoso fruto del que quedaron prendados.


Los tehuelches también lo probaron, adoptándolo para siempre. Desparramaron las semillas en toda la región de Aike en Aike dándole el nombre de Koonex


y, a partir de entonces, "el que come Calafate, siempre vuelve"...

dijous, 15 d’octubre del 2009

No vam cabre al bus...quina putada!



El 12 d’octubre és l’aniversari de Coyhaique i per tant, aquest cap de setmana també va ser per nosaltres un cap de setmana llarg, Havíem decidit que aniríem a Puerto Tranquilo, al costat del Lago General Carrera. Allà teníem previst visitar les Capillas del Mármol, fer una caminadeta pel Glaciar de los Exploradores...vaja, un cap de setmana, per sort de l’Eloi que dijous va arribar, ben completet.


Però...vam tenir un petit problema...Quan vam ser a la taquilla per comprar el bitllet de bus, ens vam trobar que estava ple. La nit abans no havíem anat a dormir massa d’hora i no estàvem en plenes facultats per pensar massa alternatives. A cop calent vam decidir agafar un bus cap al Parc Nacional de Queulat i allà anar a veure el Ventisquero Colgante.


Teníem previst acampar al Parc Nacional i per això havíem avisat al conductor del bus que ens deixés a l’entrada del mateix parc. Quan portàvem cinc hores de viatge per la carretera Austral (única via de comunicació de la Patagonia chilena i tot i així sense asfaltar), vam veure que era fosc, que plovia i que estàvem al cul del món i que no anàvem gens preparats...ens va venir el canguelis. Vam demanar al conductor si enlloc de deixar-nos on havíem quedat ens podia deixar a Puyuguapi, el poble més proper al parc. Allà pensàvem dormir en un hospedaje i l’endemà ja aniríem al parc. Una bona senyora del bus ens va comentar que ella treballava en unes termes abans d’arribar al poble i que si volíem, podíem dormir allà. La resta de la història l’explico en imatges...













Quina gran putada haver perdut el bus del matí, oi?